Combray, el primer tramo de la monumental En busca del tiempo perdido, es una puerta que se abre lentamente hacia el mundo interior de Marcel Proust, donde el recuerdo no es una simple evocación, sino un acto creativo, casi mÃstico. Esta obra no busca contar una historia de forma tradicional: su poder radica en cómo transforma lo cotidiano —un sabor, una habitación, una caminata— en algo trascendente.
Desde las primeras páginas, el lector entra en un ritmo distinto, casi hipnótico, donde el tiempo parece detenerse. No hay prisas en Combray, porque Proust no está interesado en el qué, sino en el cómo y, sobre todo, en el por qué. Cada frase es como una espiral que se expande: un pensamiento lleva a otro, una imagen despierta una emoción, y de pronto estamos inmersos en el recuerdo del narrador como si fuera nuestro.
La célebre escena de la magdalena es más que un gesto doméstico: es una revelación sobre el modo en que el pasado permanece latente, esperando ser despertado no por la voluntad, sino por la sensibilidad. Combray está repleto de estas epifanÃas Ãntimas, donde lo más insignificante se vuelve esencial.
Pero no todo es introspección pura. A través del filtro de la memoria, Proust traza también retratos sutiles de personajes, lugares y relaciones que delinean un universo social delicadamente observado. La figura de la madre, el ritual del beso de buenas noches, la austeridad de la tÃa Leoncia, los paseos por el campo… todo es vivido con una intensidad que revela la sensibilidad extrema del narrador.
Leer Combray exige paciencia y una disposición especial: no para entenderlo, sino para dejarse llevar por su oleaje emocional y sensorial. Proust no escribe para entretener, sino para iluminar; para hacer visible aquello que normalmente pasa desapercibido. Su mirada no se impone, pero transforma. Al terminar este libro, lo habitual ya no se ve igual.
Combray no es solo literatura: es una invitación a redescubrir la memoria como una forma de verdad. Un inicio sereno pero profundamente ambicioso, donde el pasado deja de ser un eco y se convierte en una experiencia viva.
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