Este volumen reúne dos textos en los que Victor Hugo despoja la justicia de sus adornos y la enfrenta con su rostro más crudo: la pena de muerte. A través de El último día de un condenado a muerte y Claude Gueux, el autor no solo denuncia, sino que pone al lector contra las cuerdas morales, haciéndolo testigo y cómplice de una sociedad que ejecuta para defenderse, sin preguntarse si está matando a un culpable… o a un reflejo de su propia miseria.
En El último día…, Hugo nos sumerge en la mente de un hombre a punto de ser ejecutado. No sabemos su nombre ni el detalle exacto de su crimen, porque no importa: el protagonista aquí es el tiempo. La espera. La degradación del alma cuando sabe que cada minuto es una cuenta regresiva. La narración en primera persona es desgarradora y sobria, sin grandes explosiones emocionales, lo que hace aún más poderosa su intensidad. Es el grito contenido de quien ya no tiene voz.
Por otro lado, Claude Gueux es el retrato de una injusticia más concreta: un hombre humilde que es empujado al crimen por la indiferencia del sistema. Aquí, Hugo no disimula su intención: quiere exhibir cómo la sociedad crea a sus propios “monstruos” y luego los castiga sin asumir responsabilidad. Es un texto breve, pero fulminante, cargado de compasión y de una crítica feroz a la maquinaria legal y penitenciaria.
Ambos relatos se complementan con fuerza. No buscan conmover con sentimentalismo barato, sino sacudir con humanidad. Hugo no escribe desde la piedad condescendiente, sino desde la convicción profunda de que la justicia que mata no es justicia, sino venganza disfrazada.
Este libro no es una lectura cómoda, ni debe serlo. Es una bofetada lúcida contra la pena de muerte, contra el olvido de los marginados y contra el automatismo con que la ley puede volverse verdugo. Victor Hugo escribió estas páginas en el siglo XIX, pero su voz sigue retumbando con rabiosa actualidad. Porque mientras exista una sociedad que castiga más de lo que comprende, estas historias seguirán siendo necesarias.
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