La diosa y la serpiente es una novela que se lee como un conjuro antiguo, como una puerta que se abre hacia los rincones más olvidados —o negados— de la historia. Juan Miguel Zunzunegui, con su estilo provocador y su afán por sacudir certezas, nos invita a cuestionarlo todo: desde los orígenes de la civilización hasta las estructuras que sostienen el mundo moderno.
No es una novela convencional. Aquí, el relato se construye sobre un terreno donde lo mítico y lo histórico se entrelazan, desdibujando las fronteras entre el pasado documentado y el simbólico. Zunzunegui se sirve de personajes femeninos poderosos, de símbolos como la serpiente —tan temida como sagrada— y de una narrativa cargada de significados para explorar la caída de lo femenino en la historia de la humanidad. Es una novela que no solo cuenta una historia: lanza una tesis.
La lectura no es ligera, pero tampoco árida. El autor domina el arte de sembrar ideas inquietantes entre líneas, haciendo que cada capítulo se convierta en una especie de espejo donde el lector se ve obligado a repensar sus creencias más arraigadas. Hay momentos en los que parece que la novela se convierte en ensayo, pero el hilo emocional y narrativo nunca se pierde. Todo está al servicio de una pregunta de fondo: ¿qué perdimos cuando enterramos a la diosa?
Zunzunegui no escribe para consolar. Escribe para incomodar, para despertar. Y La diosa y la serpiente logra justamente eso: remover el polvo de los mitos fundacionales y mostrarnos que detrás de cada historia que se cuenta como verdad, hay otras muchas que fueron silenciadas. Es una obra poderosa, incómoda y necesaria, especialmente para quienes se atreven a mirar más allá del relato oficial.
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