En el tercer tomo del Testamento de Mad, Fernando Trujillo Sanz vuelve a demostrar que su imaginación no tiene freno ni límites. Lejos de decaer, la historia se expande, se retuerce y se oscurece aún más, llevando a sus personajes —y al lector— por un camino donde la redención y la condena van casi de la mano.
Este volumen profundiza en las consecuencias de los actos pasados, tanto los conocidos como los ocultos. Trujillo no se conforma con seguir una línea recta: juega con los tiempos, con las voces, con los giros que obligan a replantearse todo lo que se creía entender. El universo de El Testamento de Mad se consolida como uno donde la magia, la violencia y la traición conviven con una lógica interna impecable, construida a base de detalles y símbolos.
Lo más notable de este tomo es cómo mezcla lo fantástico con lo humano. Los personajes, aunque envueltos en poderes, pactos y secretos sobrenaturales, siguen guiados por impulsos profundamente terrenales: el amor, el miedo, la ambición, el odio. Las alianzas se fracturan, los enemigos cambian de cara, y cada página parece una prueba de fuego para quienes sobreviven en este tablero cruel.
Trujillo escribe con ritmo cinematográfico, sin dar respiro, pero con momentos de pausa que permiten digerir lo vivido y lo perdido. Las escenas de acción están narradas con pulso firme, pero lo que realmente impacta es la manera en que el autor va construyendo el sentido del caos, como si todo obedeciera a un plan oculto que solo se revelará al final.
Tomo 3 del Testamento de Mad no es una lectura ligera ni complaciente. Es un descenso a los rincones más turbios de una saga ambiciosa, donde cada respuesta trae consigo nuevas preguntas, y donde la esperanza se gana a pulso. Para quienes han llegado hasta aquí, este tomo no solo recompensa la fidelidad: la desafía.
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